02 noviembre, 2011

Trekking familiar Peña Galicia

¡Por fin! Empezamos nuestra actividad de excursiones, “Trekking Familiar”, con nada menos que 17 personas. También la pequeña Macarena es toda una personita. Y no se quejó en todo el día: ni ella ni su papá, Elías, que la llevaba en su nueva mochila porta-bebés, como si fuera un auténtico marsupial.

En la cumbre de Peña Galicia
Salimos, según lo previsto, de la plaza de San Isidoro a las 10:30 h de un  domingo de sol espectacular. Después de poner los asientos de los pequeños copilotos Pelayo y Álvaro en el coche de José María, con el apoyo de José barbarroja, nos dirigimos hacia Aviados. Allí nos esperaban Carlos y María Eugenia para empezar a caminar a nuestro destino: Peña Galicia.

Pelayo hizo un maniobra rápida para que José le llevara su mochila y así pudo ir más tiempo por fuera del camino, que es más divertido.

La primera parada, en una escombrera de carbón junto al camino, empezó a despertar ese pequeño paleontólogo que todos los niños tienen dentro. Claro que José María parecía más bien un pobre pionero rodeado de pequeños indios que le mostraban su fósiles.

Con un perro de caza que se sumó al grupo nos adentramos en un precioso robledal, más bonito aún por la sombra que nos proporcionaba. Al salir del robledal se divisaba el collado donde todo el grupo tenía su meta —y los pequeños su primera mini-cumbre—. Después de convencer a los mini-montañeros para que se quedaran cuidando de Conchita y protegiéndola de tanto peligro que acecha en la Naturaleza, el resto de expedicionarios nos dirigimos hacía las peñas, para subir hasta la cima. Y efectivamente, conquistamos Peña Galicia. Desde el alto, la vista de los picos Correcillas, Peña Valdorria y, más a lo lejos, Las Pintas, Espigüete y Peñacorada, nos compensaron con creces el esfuerzo último de la subida.

A pesar del hambre que teníamos —las mochilas quedaron en el collado— todavía tuvimos tiempo para un concurso “express” ¿Quién es el primer joven que localiza la ermita de San Froilán, que se ve a la derecha del pueblo de Valdorria? La convocatoria geográfico-cultural no tuvo gran éxito, pero los más veteranos accedieron a mostrar a Ana, Carlota y Mariola la pequeña construcción de piedra y teja, y recordar su leyenda. Con el objetivo cumplido, nos dirigimos rápidamente al encuentro del grupo que comía y descansaba en el campo base avanzado. Pelayo, Álvaro y Luis tuvieron una divertida comida amenizada por el mejor cuenta-cuentos de toda la comarca entre el Curueño y el Torío.

Nos preocupaba que Gog y Magog pudieran cobrar vida
 y tuviéramos que invitar a estos gigantes gemelos a comer.
Muy distinto era el caso de la hormiga, para la que sólo una miga
de pan cabía en su taleguillo y podía molerla su molinillo.


A todo esto, quien más disfrutaba era Macarena, correteando después de haber tragado su comida. Como no quiso echarse la siesta sobre la pradera soleada, tuvimos que compensarlo otros montañeros, incluso exponiéndonos a los lanzamientos de Carmen y Clara, observadas con asombro por Héctor.

Terminada esta parte tan peligrosa de la excursión, emprendimos el descenso hacia nuestros coches, al lado del caño principal de Aviados.

Tuvimos tiempos de ver, sin riesgos, un avispero enterrado en la tierra, coger algún gallaroto de los robles, recuperar algún increíble fósil de coral y, los más valientes, descubrir una ruta alternativa entre los riscos. Al final, las fuerzas eran tan justas que sólo Carmen, José María y Javier subieron hasta las ruinas del castillo que domina Aviados por el norte. Al otro lado del camino, algunos escaladores intentaban practicar alguna vías, mientras en el pueblo los cazadores regresaban de su batida. Al parecer habían seguido la pista a un jabalí, pero sin suerte.

Después de merendar las casadielles restantes y algún que otro manjar nos dispersamos hacia Luna, Azadinos, Nocedo o León con la seguridad de que no se puede pedir nada más a un bonito día de excursión. Seguro que repetimos todos los meses del curso que acaba de empezar. NO OS LO PERDÁIS.

Selección de fotos:

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